Aprendí que mi felicidad no depende de otra cosa que no sea de mí misma. No depende ni de ese chico que ni me registra, ni de la gente que habla a mis espaldas, ni de todo el dinero que pueda llegar a gastar. Depende de cómo ver cada cosa que sucede, porque nada ni nadie va a ser íntegramente bueno o malo.
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